y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela...

Manos cortadas. Federico García Lorca.


En los últimos años de mi niñez copiaba el estilo de los dibujos de  García Lorca.

Me gustaba pintar de noche, en la calle bajo la luz sepia de las farolas, mientras mi madre tomaba el fresco con las vecinas o regaba los potos [Ya lo iréis descubriendo pero mi madre es una gran amante de los potos y otras plantas colganderas]. Se adivinaban ya rasgos de mi personalidad romántica y taciturna, aunque tardaría años en aflorar del todo y de una manera más underground. 

Mi mejor obra fue una mujer embarazada con unos enormes y larguiruchos brazos que intentaban, como si tuviesen vida propia, arrancar del vientre al feto.

Mujer embarazada de manos larguiruchas y ojos bizcos. Herta Frankel

Invertí un mes de verano en colorearlo y sin darme cuenta lo convertí en algo picasiano; creo que me preocupaba que alguien fuera capaz de ver lo que escondía aquel dibujo marciano y lleno de angustia, aunque me ofendía también sobremanera si alguna noche las vecinas no hacían referencia al enorme talento que tenía. La dicotomía del atormentado, supongo.
Ahora veo en blogs, tumblr y portadas de libros de la new-poetry, copias de copias de copias de ese estilo y no puedo evitar la nausea cuando se les alaba como si hubieran descubierto un mundo.
Sobre todo porque yo estuve más angustiada que ellos, lo estuve antes (y mejor, obviamente) y por ende fui más hipster que nadie allá por los noventa y no gané ni notoriedad ni dinero con mi sacro sufrimiento.
¡Porca miseria!