A Cristina le gustan los potos



En la primera entrada de este blog prometí hablaros sobre por qué mi madre es una ferviente amante de los potos. 
Un poto puede crecer durante años en el pequeño espacio de una maceta, sin más cuidados que un sitio con algo de luz y agua muy de vez en cuando. Si se nos olvida el riego quizás pierdan algunas hojas, pero nunca llegarán a morir. 
Un poto trepa mediante raíces que se enganchan a las ramas de los árboles. Y si no hay árboles, a los huecos de las paredes. Y si no hay paredes, las dibujan en el aire. 
Yo nací para ser un poto, mi madre me diseñó así, me pensó resistente, resiliente. Pero no lo soy, me angustio viendo la Sexta Noche. Por eso a mi madre le gustan los potos.